
No soy la musa, soy la artista. No soy una princesa, soy la reina. No pretendo cambiar nada de mi físico, solo me esfuerzo por hacer crecer mis alas. Tengo miedos pero los supero, me gusta ponerme retos que me empujen más allá del miedo. Me gusta el sexo, los coches y el baloncesto. Me gusta ponerme guapa por y para mí. Soy una mujer “rara” y también soy la que hace lo que le da la gana porque hoy soy así porque me he creado a mí misma recopilando cada una de esas pequeñas cosas que me hacen ser más yo que nunca.
Y en este día especial por muchos motivos, esta mujer rara, a pesar de tener la suerte de estar rodeada de mujeres que me inspiran a ser cada día más libre y cada día más yo, yo me acuerdo más que nunca de él, de mi padre.
Mi padre es de esos hombres que, según algunas voces, no pintan nada en esto del feminismo. Pero es él una de las personas que más me ha enseñado sobre él. Fue él quien se empeñó en que estudiara inglés e informática desde muy pequeñita, porque para él era vital que yo supiera manejar lo que iba a ser el futuro y que hablara un idioma que me iba a valer para desenvolverme en cualquier parte del mundo.
He salido, he disfrutado, he bailado y he vuelto a casa hablándole alguna vez de algún “amigo especial” y su contestación siempre era la misma “disfruta, pero siempre con cabeza que los actos tienen consecuencias”. Nunca me ha preguntado “¿para cuándo los nietos?”, no porque no le gustaría, sino porque entiende que es mi decisión y la respeta.
También fue él quien me regaló mi primer coche cuando tuve el carnet, para que no tuviera que depender de nadie para llegar a casa. Ha seguido, años después, impulsándome cada vez que quería un coche nuevo porque “el coche te da mucha independencia”. Recurrí a él cuando quise comprarme mi casa, con una sola propietaria en la escritura, me ayudó en lo que pudo porque estaba encantado con la idea de que, pasara lo que pasara, mi casa sería mía y de nadie más.
Ha celebrado como nadie mis logros profesionales y yo me he sentido satisfecha de poderle devolver algo del orgullo que yo siento por él. Pocas veces le he oído hablar de lo guapa que soy (porque para él soy la más guapa del mundo, claro) porque para él siempre ha sido más importante quien soy y lo que he ido consiguiendo. Y si no lo conseguía, ahí estaba él para recoger los pedazos.
Mi pasión por los viajes me la inculcó él, llevándome desde muy pequeña con él y fomentando ese gusanillo que te pide ver más allá de una frontera o una bandera. Llegado el momento, entendió que debía echarse a un lado e impulsarme a conocer el mundo por mí misma. Cuando di el paso de querer viajar sola, se le veía ilusionado con saber los lugares que iba a recorrer. Se tragó las lágrimas y la preocupación pero me llevó de la mano hasta el control del aeropuerto y apenas me pudo susurrar al oído un “vuelve entera, que eres todo lo que tengo”.
Además de rara, soy una rebelde. Y me rebelaré siempre que me quieran poner una cadena, un sambenito o quieran encajar mi vida en un convencionalismo social. Y también me rebelaré siempre que me digan que el feminismo es una cosa de mujeres.
Feliz 8 de marzo, feliz día de la mujer.