No contentos con lo que nos ha impresionado Copenhague, hemos aprovechado las horas de luz para hacer alguna excursión alrededor.
Ayer estuvimos en Roskilde, lugar emblemático en la historia vikinga. Nuestra excursión comienza en la plaza del ayuntamiento de Copenhague, donde una escultura hace referencia a la importancia de Roskilde.
A sólo 20 minutos en tren de Copenhague, Roskilde es un pueblito encantador al más puro estilo escandinavo. Fue capital de Escandinavia antes que Copenhague y por tanto donde residió la monarquía hasta el siglo XV que Copenhague la desbancó como capital.
Una grandiosa catedral de ladrillo rojo, tan típico por esta zona, nos da la bienvenida junto al colorido de los edificios aledaños.
Pero además de esto, Roskilde también es rural y pasear por los alrededores es, a pesar del frío, una delicia. Hay parques adorables y el día soleado que nos está acompañando contribuye a que el paseo sea idílico.
Llegamos hasta el Báltico para dar con el Museo de Barcos Vikingos. Roskilde fue un importante asentamiento de vikingos entre los siglos VIII y XI, su ubicación estratégica cerca del mar pero en un fiordo que dificultaba la entrada a otro tipo de embarcaciones, supusieron una ventaja para ellos y sus barcos. Cuando algún enemigo se acercaba a la costa, lo avistaban desde los montes próximos y encendían fuegos a lo largo de las colinas para avisar a los guerreros vikingos que se preparasen para luchar. Los vikingos eran un pueblo de navegantes que hacían unas naves a vela muy rápidas y fáciles de manejar. Eran comerciantes y gracias a sus viajes en barco hasta Islandia, Groenlandia y parte de Europa, contribuyeron en gran medida al desarrollo de Escandinavia.
Y así nos contaron en el museo que ocurrió una última vez, con el aviso de un enemigo que se acercaba a la costa y, para impedir la invasión, hundieron 5 naves en el banco de arena navegable frente al puerto de Roskilde. En 1962 hallaron los restos de las naves hundidas y, tras un arduo rescate pieza a pieza, las recompusieron en el museo, tardando unos 25 años en completar la tarea.
Nos vamos de Roskilde impresionados con la historia de los vikingos, de la que poco sabíamos.
Y hoy nos hemos aventurado a cruzar la frontera y llegar hasta Suecia también en tren, en concreto a Malmo, separado de Dinamarca por un puente que es una auténtica obra de ingeniería sobre el mar.
Y además de esta mega construcción, poco tengo que contar pues Malmo nos ha parecido un lugar algo plano y sin mucho interés. Destacar la Iglesia de San Pedro que es lo que nos ha parecido más reseñable.
Tras las excursiones, hemos podido aprovechar algún ratito más en Copenhague y me apetece dedicarle una entrada más a ella sola para despedirme como se merece.