Su corazón se llenó de alegría al contemplarse paseando por Venecia…

Y nuestra historia en Venecia comienza en Ponte della Libertá para dejar nuestro coche de alquiler en un parking y después iniciar la aventura para alcanzar la zona de Rialto, cerca de donde está nuestro alojamiento.

Es mi segunda visita a la ciudad pero vuelvo a tener esa sensación de estar en un cuento y que cuando despierte esa cuidad sólo habrá sido un producto de mi imaginación. Cruzamos el Gran Canal en el vaporeto que nos llevará a Rialto y sigo maravillándome con lo hermosa que me parece, incluso de noche.

Atravesamos varias callejuelas hasta alcanzar el Convento de San Francesco della Vigna, que será nuestra residencia. Si, habéis leído bien, dormiremos en un convento rodeadas de frailes. Nos recibe el hermano Gabriel con su hábito y nos lleva por los pasillos en penumbra hasta alcanzar las dependencias que nos han habilitado. A pesar de la situación tan peculiar y del silencio sepulcral que nos rodea, el cansancio nos vence y conseguimos dormir de un tirón. A la mañana siguiente, los hermanos nos invitan a un frugal desayuno en su mesa. La experiencia ha sido increíble y la verdad que nos han tratado como reinas.

Emprendemos nuestro día en Venecia callejeando y dejándonos embelesar por la ciudad. Nuestra primera misión, como manda la tradición, es dar un paseo en góndola.

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El tradicional gondolero, con su camisa a rayas horizontales, nos cuenta cómo la marea cambia cada 12 horas haciendo que los canales estén con más o menos caudal en función de la hora del día. También nos cuenta que, en la ciudad, el ayuntamiento subvenciona y supervisa cualquier restauración que haya que hacer en el exterior de los edificios para asegurarse que se mantiene intacto el estilo de los mismos y así Venecia mantiene también su encanto.

El paseo es muy agradable (más que mi primera vez, ya que me monté con un grupo de adolescentes a ritmo de reggeaton) y los 20 minutos se hacen un pestañeo mientras observamos algunas de las vistas más bonitas de Venecia, tanto del Gran Canal como de los pequeños canales de los que está repleta. Nos hemos quedado con el gusanillo de seguir navegando así que decidimos coger un vaporeto para atravesar el Gran Canal, permitirnos contemplar de cerca Santa Maria de la Salute y alcanzar por agua la principal atracción de la ciudad: la Piazza de San Marco.

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Antes de adentrarnos en la plaza, es visita obligada el Puente de los Suspiros. Su nombre impregnado de romanticismo, obedece a una historia mucho más oscura. Fue llamado así por ser lo último que contemplaban los presos del Palacio Ducal camino a su ejecución. Aun así, cruzando el canal, próximo al Palacio Ducal y con la vista de la laguna de Venecia en toda su plenitud, el puente es una belleza. Seguimos nuestra visita con el Palazzo Ducale, un edificio gótico que ha servido desde residencia de los duques, hasta sede gubernamental pasando por prisión y que, a día de hoy, funciona como museo de obras pictóricas fundamentalmente de los siglos XV y XVI. Sus dos fachadas miran, por un lado, a la laguna de Venecia y, por el otro, a la Plaza de San Marcos.

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Tenemos cita previa (es más que recomendable hacerlo puesto que suele haber unas colas enormes y la entrada skip the line por internet tan solo cuesta 3 euros) para entrar a San Marcos, que posee el rango de catedral y basílica. De estilo bizantino, San Marcos presenta una diversidad de estilos y decorados que no es nada habitual en la época pero, durante un tiempo, una ley imponía como tributo a los mercaderes que hubieran hecho negocios provechosos en la ciudad, que hicieran un regalo para embellecer San Marcos. Destacan los cuatro caballos de San Marcos, que representan la fuerza estatal, así como los mosaicos de imágenes iconográficas que se mantienen intactos tanto en el interior como en el exterior de la basílica.

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Mi sensación es que es más impresionante por fuera que por dentro aunque merece la pena verla tanto por la sensación de recogimiento que consigue generar en nuestro ánimo como por sus techos, que me resultaron una maravilla. Por una contribución adicional, pudimos subir a las terrazas de San Marcos y contemplar sus alrededores desde un punto de vista algo diferente.

De bajada, y aunque estéis exhaustos por las escaleras y el calor, no es aconsejable sentarse en las terrazas a tomar un refresco puesto que se dice que son las más caras del mundo ya que, además del lugar de excepción y la bebida, se paga un fee por la música en directo que suele haber en ellas.

La Plaza de San Marcos es, desde mi punto de vista, una de las maravillas del mundo. Contemplar la plaza en toda su plenitud desde los arcos de la Ascensione es algo sublime e intenté, durante unos segundos, retenerla en mis ojos para que se quedase ahí guardada para siempre.

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Último paseo para encontrar La Fenice, la ópera de Venecia, y comprar alguna bisutería de cristal de Murano que, junto a montar en góndola y perderse por las callejuelas de Venecia, es de obligado cumplimiento en cualquier visita a la ciudad 🙂

No se puede pedir más de un fin de semana exprés con mi Italia y mis amigas, de esas que después de muchos altos y bajos, idas y venidas, distancias y cambios de vida, siguen estando ahí, nada menos que 17 años después. Gracias por todas las risas, por las canciones a voz en grito haciendo duetos imposibles, por las charlas y momentos, por las experiencias y las fotos cachondas de postureo… Y todo ello, por suerte, no sólo en este viaje. Si la corona está tan arriba es también gracias a vosotras, Kris y Esther, así que, ya era hora, rindo Venecia a vuestros pies en este mi pequeño rincón.

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