«Pura vida» es la expresión más famosa de Costa Rica y se usa para todo aquí. Hemos empezado a entender su significado a medida que nos hemos ido adentrando en la naturaleza y en el ritmo que tiene este país, espero saber transmitir a lo que me refiero a través de nuestra aventura en estos dos días.
Salimos de San José rumbo al Volcán Poás. El volcán es uno de los principales atractivos del país por ser también una de sus cumbres más altas, llegando a los 2.700 metros de altitud. Además, rodeado de bosque nuboso, es de una belleza increíble. La última vez que el volcán entró en erupcion fue en 2017 y, desde entonces, presenta pequeñas erupciones freáticas que expulsan gases de ácido sulfúrico y que han motivado el cierre del parque natural en el que se encuentra por motivos de seguridad. Aún así, se puede visitar uno de sus cráteres, el principal, que tiene un diámetro de más de un kilómetro que resulta impresionante.
Llegamos al fin al volcán, después de un rato de ruta en coche por las peculiares carreteras costarricenses, maravillándonos con el ascenso mientras va haciendo cada vez más frío debido a la altura.
La desventaja de encontrarse en un bosque nuboso, es que cuando llegamos a la entrada al parque, nos avisan de que las nubes están cubriendo el cráter y no se ve nada (si os parece curioso, podéis ver en directo el estado del volcán en http://www.ovsicori.una.ac.cr/index.php/vulcanologia/cámaras).
Estuvimos haciendo tiempo por los alrededores y la suerte nos acompañó, finalmente el cráter se despejó y pudimos entrar a verlo, no sin antes colocarnos un casco de obrero por seguridad y para asegurarnos que estamos monísimas en las fotos 🙂 Todas las peripecias, incluido el casco, merecieron la pena cuando conseguimos por fin asomarnos al cráter y contemplar esta maravilla. Es indescriptible.
Mientras esperábamos a que se despejase el cráter del Poás, nos acercamos a las Cataratas de la Paz. Resultó un acierto porque una de las cataratas se puede ver desde la carretera sin necesidad de pagar y es todo un espectáculo de la naturaleza, resulta increíble estar cerca de ella y sentir la fuerza con la que cae el agua sobre la laguna que hay bajo ella.
Aprovechamos también la parada para tomarnos una pipa (un coco) con unas tortas de maíz y queso que nos vendieron en un puesto improvisado cercano a la catarata.
Seguimos camino por la provincia de Alajuela rumbo a La Fortuna, con más carreteras peculiares, de un solo carril que lo mismo te hacen ir detrás de un autobús escolar que de un carromato que transporta animales, pero con unos paisajes a los lados que cortan la respiración. Y llegamos a media tarde para encontrarnos con un lugar fuera de todo lo conocido hasta ahora, con un montón de vida que gira en torno a la naturaleza. Se pueden encontrar observatorios de mariposas, de pájaros, de insectos, de plantas, hot springs (aguas termales) o puestos de fruta tropical por todas partes, todo ello en un pueblo que es poco más de una calle ancha culminada por el volcán Arenal.
Estamos agotadas pero este lugar invita a estar en la calle y nos alargamos un poco en Lavas Grill mientras tomamos piña colada y escuchamos reagge con una amiga que hemos hecho en el viaje.
Aún así, ya con las fuerzas renovadas después de dormir, arrancamos al día siguente con una ruta del chocolate. Y es que Costa Rica es un gran productor de esta delicia y conocer el proceso de elaboración del cacao en un entorno como éste, ha resultado algo inolvidable.
En primer lugar, permitidme que os presente el origen de todo, que es la plantación de chocolate en fruto porque, no sé vosotros, pero yo nunca había visto cómo es el chocolate antes de convertirse en el manjar que conocemos.
Durante el tour hemos podido ver cómo se fermenta, seca, muele, se separa de la cáscara y finalmente se convierte en una pasta con la que convertirnos la semilla del cacao en chocolate. Además, hemos podido probar el fruto en cada uno de los pasos, siendo testigos de cómo va evolucionando su sabor hasta convertirse en la delicia final. Interesante y delicioso.
Continuamos el día muy cerca visitando la Cascada de La Fortuna junto al mariposario y al jardín de orquídeas. Lástima que la lluvia torrencial que ha caído durante nuestra ruta del chocolate ha hecho que todas las mariposas corran a refugiarse así que no hemos podido ver muchas. Para llegar a la catarata, nos espera un descenso de 500 escalones, no sin antes observar la catarata desde un mirador en lo alto que nos promete que la bajada merecerá la pena.
Una vez abajo, con las piernas temblando, nos impacta tanto la vista y el oído, que casi nos olvidamos que todo lo que hemos bajado, más tarde habrá que subirlo.
Por si con estos dos sentidos no teníamos bastante, está permitido el baño así que no lo hemos pensado ni un minuto y nos hemos cambiado para meternos de lleno. Las sensaciones de bañarse junto a una cascada de estas dimensiones y rodeada de selva por todas partes, no pueden ser mejores y tengo que compartir un poquito también con vosotros.
Estando aún en el agua, ha empezado a diluviar como si el cielo fuera a venirse abajo así que hemos tenido que precipitar nuestra salida del agua para poner a buen recaudo nuestras cosas. Y empezar la subida, caladas hasta donde os podáis imaginar y con un perezoso gurú que nos iba poniendo frases motivadoras para indicarnos que cada vez estábamos más cerca de la cima.
No he podido evitar hacer una última foto de la catarata desde arriba y esta vez envuelta en niebla y lluvia, incluso así resultaba una maravilla.
Después de la catarata, nuestro plan era visitar el volcán pero el mal tiempo nos ha seguido hasta él así que no hemos podido hacerlo. Esperemos que mañana el día esté más despejado y podamos ver la principal atracción de este lugar que me ha conquistado. En cambio, la lluvia no nos iba a parar y hemos aprovechado el resto de la tarde para ir al pueblo de El Castillo y visitar el Lago Arenal, llevando al extremo a nuestro 4×4. Las vistas, tanto por el camino como a pie del lago, son de esas que te quedas para siempre contigo.
Rematamos este día pasado por agua con un poco más gracias al circuito de aguas termales del Tabacón. Las aguas de este lugar proceden directamente del volcán y por ello salen ardiendo. Es un lugar para relajarse y dejarse impregnar por los beneficios para la salud y la piel de este agua, pero es que además el sitio es una auténtica belleza. Hemos pasado un rato de sensaciones a flor de piel y hemos salido renovadas de allí.
Espero que hayáis sentido un poquito de la pura vida que respira Costa Rica de nuestra mano, pero esto no acaba aquí y tenéis que volver en la próxima entrega para saber si nos atreveremos al canopy (tirolina) y, en caso afirmativo, si sobrevivimos a él.