El símbolo de Tailandia. Chiang Mai.

Nuestro segundo día en Chiang Mai amanecemos muy temprano con la ilusión de poder compartir nuestro día con el animal símbolo de Tailandia: el grandioso elefante asiático.

Iniciamos la marcha rumbo al Elephant Nature Park, aproximadamente a una hora en coche desde la ciudad, que es un santuario para elefantes que han sido maltratados o sometidos a una vida que no deberían llevar. Al llegar allí, nos reciben aleteando sus orejas en señal de alegría. Hemos podido disfrutar de darles de comer, verlos pasear y bañarse en el agua y en el barro e incluso nos han permitido acercarnos a hacerles unas caricias.

No puedo describir la emoción que he sentido al estar cerca de un animal de esas dimensiones. Aún me siento más incapaz de transmitir la profunda tristeza que he sentido al conocer sus historias y todo por lo que han tenido que pasar estos animales. Desde el maltrato más cruel a trabajar hasta la extenuación, pasando por utilizarlos como entretenimiento para turistas en las ciudades, en un hábitat muy poco saludable para ellos. Sus enormes cuerpos muestran las señales de esa vida tan poco adecuada para un animal nacido para andar libre por la selva. Viendo sus maltrechos cuerpos, que en algunos casos nunca se recuperarán y por tanto tendrán que vivir en cautividad el resto de su vida, me reafirmo en que el ser humano se merece la extinción.

Nos despedimos de nuestros colosales amigos llenas de barro pero con la satisfacción de haber contribuido mínimamente a que estos grandullones tengan una vida un poco mejor.

Dedicamos la tarde a subir al Doi Suthep, un monte en el noroeste de Chiang Mai que tiene en su cima un templo que es sencillamente espectacular. Además, llegamos allí al atardecer y mientras que los monjes budistas entonan su canto casi mágico.

Y con este regalo nos despide Chiang Mai en nuestro último día completo aquí.

Además, hemos hecho un amigo que nos ha estado trayendo al hotel a ritmo de reggeaton en su tuc-tuc mientras hemos estado aquí, en su afán por cuidar de nosotras. Y es que si hay algo más que su cultura y sus vistas, lo que nos ha enamorado de Tailandia son sus gentes. Son gente muy amable y atenta que, incluso a pesar de la barrera idiomática (porque su inglés es digno de estudio), no escatiman en dedicarte sonrisas por doquier.

Mañana aprovecharemos para ver alguna cosa que se nos ha quedado por el camino y partimos de nuevo rumbo a Krabi con la paz que nos ha dejado esta ciudad en el alma.

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