Hay cosas que llevan su tiempo y otras que el tiempo se lleva. Lo que no se ha llevado es el enganche a esta sensación de aterrizar en un país donde no sabes qué te espera, esta sensación deliciosa que es una mezcla entre inquietud y curiosidad. Ha llevado su tiempo volver a sentirla, eso sí, pero ahora que ha vuelto espero poder disfrutar de ella en muchas otras ocasiones.
Este finde especial en el que celebro de nuevo otra vuelta al sol, he experimentado esa sensación recorriendo Tánger.

Nuestra aventura comienza en la medina de Tánger y su kashbah, donde tenemos nuestra riad para empezar a imbuirnos de la cultura marroquí. Salimos sin rumbo concreto a dar una vuelta por la medina y la vida que hay en las calles de Tánger nos arrolla sin remedio, nos dejamos llevar por las callecitas sin fin, por los olores a especias, el colorido de los puestos en la calle… y si, nos convertimos en carne fresca para los marroquíes que quieren que entres en su tienda a toda costa o que se convierten en guías improvisados buscando una propina.
Degustamos su cous-cous, nos dejamos agasajar con los fantásticos tejidos que fabrican manualmente en los telares y los maravillosos aceites de plantas, probamos té a la menta…en un intento por hacer una inmersión exprés en la cultura marroquí. Ahora sí, ya estamos preparados para recorrer la ciudad desde otro punto de vista. Vamos allá!
Llegamos el día clave en Tánger ya que es el día de mercado berebere pero además el viernes es el día propio para comer el cous-cous. Por estos 2 motivos, la ciudad está en completa ebullición y resulta caótica en una primera vista.
El caos llega a su máximo exponente en el mercado tradicional de la medina, donde los turistas nos mezclamos con los marroquíes comprando fruta, carne o pescado.



Y siguiendo con el caos, llegamos hasta la Plaza del 9 de Abril, de los pocos lugares de la Medina donde pueden acceder los coches y por ello el tráfico se entremezcla con la gente paseando, vendiendo, trapicheando en un caos perfecto donde sientes, no sabes por qué, que todas las piezas encajan como si se tratara de un puzzle. En esta plaza encontramos el famosisimo Cinema Rif, el antiguo cine de Tánger, a día de hoy reconvertido en una terraza en la que tomar algo mientras observas la vida de la plaza.



Seguimos por la Kashbah, esto es, la zona amurallada de la ciudad y que está en la parte más alta. Desde el puerto mirando a la kashbah, nos parece una auténtica maravilla pero, a medida que te adentras en ella, la sensación va creciendo según vas encontrando rincones y calles adorables, además del mirador desde el que deleitarte con la vista del puerto, tanto de día como de noche.





Un imprescindible en la visita a la Medina de Tánger y su kashbah es el Hotel Continental. Uno de los principales hoteles en el centro cultural que tiene una parte de museo visitable y muy recomendable porque es muy bonito, pero además ofrece una de las mejores vistas del puerto de Tánger.



Nos aventuramos a alejarnos un poco del centro de Tánger para ir a visitar el Cabo Spartel, un lugar increíble donde la naturaleza y el mar son los protagonistas pero que es famoso por ser el punto en el que se encuentran el Atlántico y el Mediterráneo.

Después tuvimos ocasión de montar en camello en una playa de arena fina espectacular (esta vez, Atlántico). Mi querida Nadia, que así se llamaba la camella, me hizo pasar un rato fantástico para no olvidar.
Para rematar la mini excursión, visitamos la Cueva de Hércules. Una maravilla de la naturaleza que ha construido el mar erosionando sobre la roca calcárea, dejando una abertura por la que se puede observar el mar y una de las más maravillosas puestas de sol (os recomiendo acertar con la hora de la visita, al atardecer). Debe su nombre a que la erosión del mar ha dejado en una de las rocas dentro de la cueva, una forma de cara que dicen se parece a Hércules.

Un poquito de descanso y disfrutar la noche tangerina en una de sus innumerables terrazas donde puedes conocer gente de diversas nacionalidades, fumar, beber té… en un ambiente de lo más chill.
Ya con las energías renovadas, nos vamos a conocer Chefchaouen, a unas 2 horas de la ciudad de Tánger pero sin duda merecedor del paseo para conocer este peculiar pueblito en la montaña cuyos habitantes han convertido en una auténtica belleza que no os dejará indiferentes. Son ellos quienes se ocupan de pintar de azul y decorar cada calle del centro histórico y el resultado es espectacular. No hay foto fea que puedas hacer en Chefchaouen.






Y así finaliza esta pequeña aventura con todos los checks hechos y un año más a la espalda. Esta vez, la dedicatoria va para alguien desconocido pero que ha convertido nuestro viaje a Tánger en algo mejor y a todo aquello que sume, siempre hay que estarle agradecido. Gracias a Mohamed, nuestro ángel de la guarda en este viaje, por cuidarnos, por enseñarnos un poco de su país, por los regalos, las siestas, las risas… pero sobre todo gracias por recordarme lo privilegiada que soy y por hacerme creer un poquito más en el ser humano. Salam amigo, ojalá tengas toda la suerte que mereces!