Aunque ya estoy urdiendo la próxima aventura, una pequeña escapada siempre es bienvenida y esta vez no he tenido que ir muy lejos de casa. Adoro España por muchas cosas, pero una de las más relevantes es por su pluralidad y su historia, que ofrecen como resultado pequeños rincones como los que he visitado este fin de semana: Ávila y Salamanca.
Arrancamos el día con un viaje en autobús atravesando esos campos agrestes de Castilla que me hacen sentir en casa. Nuestra primera parada es Ávila.
Nos recibe su impresionante muralla, perfectamente conservada, que nos recuerda que esta ciudad fue, aún situada en un llano, una fortificación que servía de barrera frente Al-Andalus. Nos dirigimos en primer lugar a la Basílica de San Vicente, una joya románica de tono rojizo que es la mejor bienvenida que la ciudad nos puede ofrecer.
Seguimos camino hacia la Catedral de Ávila, cuyo ábside forma parte de la muralla y que es conocido por los abulenses con el nombre de Cimorro. Callejeamos por la ciudad, imbuyéndonos de ese espíritu medieval que emana, para llegar a la Plaza Mayor y contemplar su estilo austero.
Como todos sabréis, Ávila es conocida por tres cosas fundamentalmente, además de su muralla: el chuletón, que no tuve ocasión de degustar esta vez, las yemas, que merecen una mención aparte, y Santa Teresa, de la que os contaré algunas curiosidades.
Las yemas de Ávila son una delicia dulce hecha de azúcar, limón y yema de huevo. En Ávila son típicas pero nuestro guía nos llevó a la pastelería más típica a probarlas, la pastelería Iselma. Pero no solo de yemas vive Ávila y es un lugar perfecto para la gastronomía, algunos de sus escaparates nos dan pistas de lo bien que se come allí.
Con respecto a Santa Teresa, me apetece dedicarle un pequeño homenaje en este blog por su papel en la lucha por las libertades y derechos de las mujeres. Fue una mujer muy religiosa que fundó la orden carmelita y letrada, tanto que sus escritos la llevaron a ser una de las cumbres de la poesía mística española. Pero me quiero centrar en el lado rebelde que la llevó a ser una figura tan importante en una época en la que las mujeres no podían estudiar ni ocupar cargos de importancia. Nacida en Ávila pero adelantada a su tiempo, tuvo que abandonar su tierra natal ya que los convencionalismos sociales eran demasiado severos en una ciudad tan pequeña como ésta. Santa Teresa, cansada de intentar luchar contra un gigante, se marchó y la leyenda cuenta que arrojó sus sandalias desde el Mentidero de las Cuatro Postes al abandonar la ciudad. Hoy podemos ver un pequeño monumento con sus sandalias en el lugar donde fueron arrojadas, a la salida de Ávila.
Continuamos camino hacia Salamanca, una ciudad que cuenta con dos catedrales nos ofrece, como mínimo, la promesa de un par de bellezas pero supera las expectativas con creces ya que Salamanca tiene mucho más que ofrecernos. Empezamos la visita por la catedral nueva, de estilo gótico, cuya fachada es espectacular. En plaza Anaya podemos observar la belleza de otra de sus puertas y detenernos en buscar el famoso astronauta escondido en su ornamento.
La catedral vieja, de estilo románico, no tiene nada que envidiar a la nueva y su fachada es igual de bella aunque en un estilo menos ornamentado. Su torre, que sufrió las consecuencias del terremoto de Lisboa en el siglo XVIII quedando inclinada tras el desastre, es la tercera más alta de España.
No puede faltar en una visita a Salamanca ver la fachada de la Universidad (donde también tenemos que detenernos a buscar la archiconocida rana) así como sus escuelas mayores y menores. No en vano, Salamanca sigue siendo una ciudad universitaria y alberga más de 15.000 estudiantes al año.
Continuamos nuestra ruta con la iglesia de San Marcos, desde su azotea se pueden ver algunas de las vistas más bonitas de la ciudad con ambas catedrales adornándola. Junto a San Marcos, encontramos la famosa Casa de las Conchas, casa de una familia de la nobleza cortesana salmantina en el siglo XIV cuyo símbolo era una concha (se cuentan más de 300 en el edificio).
Nos encaminamos a visitar uno de los lugares más famosos en Salamanca: la Plaza Mayor, muy similar a la de Madrid aunque, en mi opinión, mucho más elegante. En su arcada, entre arco y arco, se pueden ver medallones conmemorativos a personajes célebres (tan dispares como Cervantes y Churchill) y a miembros de la realeza. Espectacular a la vez que distendida para tomar tranquilamente un café en una de sus terrazas.
Después de probar algunas de las viandas que Salamanca nos ofrece, entre las cuales están por supuesto los ibéricos y el queso, dedicamos la tarde a rememorar obras de la literatura española clásica.
En primer lugar, visitamos el jardín de Calixto y Melibea, cuyo amorío inspiró a Fernando de Rojas para escribir La Celestina. En segundo lugar, nos dirigimos al río Tormes, lugar de nacimiento del burlesco Lazarillo de Tormes, donde de hecho veréis una escultura que homenajea al personaje. Desde el puente romano, que pertenecía a la Ruta de la Plata, podemos contemplar la preciosa vista de las catedrales como colofón a este día fantástico.
Y el día toca a su fin, vuelta a Madrid y un merecido descanso. Gracias por recordarme que Castilla, en toda su inmensidad, siempre estará en mi corazón.
Además, tuvimos un guía de excepción que además de contar mucho mejor que yo todas las curiosidades de ambas ciudades, nos amenizó el día con su salero. Marcos, va por ti!
Qué chulo viaje Dris!! Siempre me encantaron esas dos ciudades. Me encanta ir siempre que puedo. Abrazo.
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