Y en la última entrada de esta pequeña aventura quiero darle protagonismo al Hygge, muy importante en la cultura danesa, una palabra sin traducción ni significado concreto pero que viene a representar pequeños momentos de gran felicidad. Y es que dicen de Dinamarca que puede ser el país más feliz del mundo y eso se transmite en la calidez y amabilidad de sus habitantes, siempre dispuestos a ayudar con una gran sonrisa, y en los colores vivos, luces y vida que hay por toda la cuidad.
No podíamos irnos de la ciudad de la bici (un dato: el 61% de los desplazamientos al trabajo de Copenhague se realizan en este medio de transporte) sin recorrerla en bici. Aquí las bicis son las reinas, hay un carril bici que recorre toda la cuidad de punta a punta y son respetadas por transeúntes y vehículos sin excepción. Es un momento hygge usar este medio de transporte que tanto me gusta para movernos por Copenhague.
La bici y nuestras agotadas piernas nos llevan hasta el Palacio de Rosenborg, el último que nos faltaba por ver. Fue la residencia de verano de la monarquía danesa pero no se utiliza para tal fin desde el siglo XVII y, a día de hoy, es un museo que alberga las joyas de la corona.
También tenemos ocasión de ver la Torre Redonda o Rundetarn, impresionante y desde donde se pueden observar las vistas de una ciudad tan plana como Copenhague. Os confieso que nosotros no subimos pues llegamos a punto de anochecer y en una tarde bastante oscura.
Y tras anochecer no se nos ocurre mejor plan para terminar la tarde que la Gliptoteka NY Carlsberg, un edificio impresionante que alberga la exposición de la que es dueño un descendiente de la familia cervecera.
Tiene algunas obras interesantes de artistas daneses e incluso algunas impresionistas, además de esculturas de Egipto, Roma y Grecia. La entrada nos permitió estar a salvo del frío durante un rato y ver en persona El Beso de Rodin, solo con eso ya mereció la pena, lo demás fueron extras.
Maravillaos con esta obra de arte en mármol que representa a los amantes de la Divina Comedia de Dante, controvertida por ser la mujer quien seduce al hombre y porque Rodin prescinde de las perfectas proporciones para dar un mayor dramatismo a la obra y transmitir así la pasión de este amor prohibido. Igual os podéis imaginar el por qué me gusta tanto, además de lo evidente. Más hygge.
Terminamos la noche en el barrio rojo de Copenhague entre tiendas eróticas, salas de striptease y locales de alterne para descubrir, una vez más, el espíritu de libertad que se respira en esta cuidad. Nada reseñable del barrio pero creo que es necesario verlo para hacernos una idea más completa de ella.
Y la tarde de hoy, antes de volver a casa con los bolsillos llenos de hygge, la hemos dedicado a volver a recorrer los lugares que más han significado para nosotros estos días y que no os había podido enseñar hasta ahora. Por este orden, os presento la Plaza del Ayuntamiento y la calle Stroget, siempre tan concurridas y con tanta vida.
Y mi último recuerdo y último momento hygge es en Nyhavn que por supuesto no es una elección al azar. Rodeado de restaurantes de comida tradicional danesa, Nyhavn nos ofrece la posibilidad de probar, justo antes de irnos, un poco de la comida típica. Probamos el smorrebrod, una especie de tosta con una variedad enorme de ingredientes encima.
También especial mención para los postres, muy típica la tarta de manzana (derecha en la foto) y un postre de Navidad que es una suerte de arroz con crema y almendras bañado en salsa de frutos rojos (izquierda en la foto). Al preparar este postre esconden una almendra entera en él, quien la encuentre tendrá suerte durante el año siguiente. Tendré que probar más veces porque esta vez la almendra no apareció 😞.
Y mientras tomábamos estos manjares, la luz se va apagando por última vez en Copenhague y la encantadora camarera enciende el fuego de la chimenea. Esa sensación que no sé si puedo transmitiros con mis palabras, es el hygge.
Hay lugares que te roban un poquito de alma y, desde ese momento, van contigo para siempre. Copenhague y su Nyhavn es uno de esos lugares para mí así que yo también me llevo un poquito de ellos a casa.
Tak, Kobenhavn.
Y mi dedicatoria de esta y todas las entradas de este finde largo es para mi amigo, compañero, familia y marido. Aunque «tenemos que aprender» a hacer los dúos mejor, gracias por tantas risas entre Kakadú, Lolo y Naviyiyi. Un brindis con cerveza Vesterbro en nuestro bar, nuestra ciudad y sonando de fondo «El hombre del piano», momento hygge sin duda, por todas las risas de este viaje, las de nuestro día a día y por todas las que vendrán.