No sufráis, efectivamente sobrevivimos, con nota incluso, al tren nocturno de San Petersburgo a Moscú. La experiencia ha sido increíble y la recomendaría a todo el mundo como algo que hay que vivir. Os dejo alguna foto para que os hagáis una mínima idea.
Pues ya en Moscú nuestra primera cita ineludible es con la famosísima Plaza Roja que, a pesar de lo que pudiera parecer, no se llama así por los ladrillos rojos con los que está construida sino por la evolución de la palabra Krasnaya que en ruso antiguo significaba «bonita» pero que finalmente se emplea para el adjetivo «rojo».
Podría estar días hablando de esta plaza, tanto por lo que contiene como por su historia, pero voy a intentar concentrar lo más importante para no aburrir. El primer vistazo a la Plaza Roja es impresionante, con la silueta de la Catedral de San Basilio como muestra de su personalidad y es que esta plaza y su catedral no son comparables con ninguna otra cosa en el mundo, por el contraste perfecto de sus cúpulas de varios colores, todas en forma de bulbo, tan características del estilo bizantino. Desde cualquier ángulo de la plaza y a cualquier hora, la vista de San Basilio es un deleite.
Además de San Basilio, en la Plaza Roja se encuentra, justo enfrente de la catedral, el Museo de Historia que es una maravilla de edificio y que también imbuye de autenticidad la plaza por su originalidad.
A la izquierda de San Basilio, la Plaza Roja linda con la muralla del complejo del Kremlin, donde se encuentra la sede gubernamental y, aunque de él os hablaré más tarde, si me gustaría enseñaros la fachada que se puede ver desde la Plaza Roja, que también es fantástica.
Justo debajo de la muralla del Kremlin, en mitad de la plaza, se encuentra el Mausoleo de Lenin y, aunque no hemos podido verlo porque estaba tapado con motivo de las celebraciones por el 9 de mayo (fecha de fin de la Gran Guerra Patriótica, esto es, la II Guerra Mundial para el resto), os contaré un par de cosas que nos han parecido curiosas.
El cuerpo de Lenin se mantiene allí como homenaje pero también como aliento al pueblo. La entrada es gratuita, por lo que puede pasar todo el mundo que tenga el tiempo suficiente para esperar las enormes colas que suele haber. Está allí durante 10 meses al año y, durante los otros dos, se dedican a hacer el tratamiento y las reparaciones oportunas al cadáver. Por último, cada 3 meses le cambian el traje. Una pena no haber podido verlo.
Seguimos que aún queda Plaza Roja para rato. En frente del Mausoleo, encontramos el centro comercial Gum, con algunas de las mejores firmas internacionales de moda y cosmética, donde lo típico es comerse un helado mientras paseas por sus tiendas. El centro comercial no es nuestro lugar pero lo cierto es que el edificio es magnífico y confiere a la Plaza Roja cierto aire suntuoso. Moscú es un lugar de constrastes, ya lo iréis descubriendo.
Por último, entre el Museo de Historia y el Gum, encontramos la Catedral de Kazan. Es un lugar mágico y uno de esos momentos que me gusta coleccionar de los viajes. La iglesia (la llaman catedral, si, pero no os imagineis un edificio de grandes dimensiones porque es todo lo contrario) es bonita fuera pero su interior es acogedor y sobrecogedor a partes iguales. Hemos entrado mientras los clérigos estaban en plena liturgia, con esa gente entregada a las imágenes, los cánticos, y los rayos de luz del sol entrando por los ventanucos. Como os decía, pura magia.
La calle que linda con la Catedral de Kazan y el Gum es Nikolskaya, una belleza de calle peatonal con cafés y tiendas en la que, desde diciembre, han colocado unas lucecitas con motivos vegetales y mariposas que lo transforma en un lugar con un encanto especial. He decidido que es mi lugar en Moscú 🙂
Os dejo reposar mi visión personal de la Plaza Roja. Un descansito y vuelta a la carga para visitar el Kremlin juntos.