Porque todas, en mayor o menor medida, hemos sentido en propia piel el machismo. Ese que menosprecia, que humilla, que mata y que convierte el mundo en un lugar peor.
Por todas aquellas que lucharon con vientos menos favorables, por no decir completamente desfavorables, para conseguir muchos de los derechos de los que gozamos hoy en día, arriesgando incluso su vida para lograr dar pasos hacia una sociedad más igualitaria.
Por la generación de nuestras madres y abuelas, que se vieron abocadas a arrinconar su desarrollo personal y profesional para ser madres y esposas porque ese era el papel que les correspondía. Esas mujeres que, años después, se han subido al carro de la pelea y han aprendido a leer y escribir, a ser más independientes, a ponerse primero contra todo lo que les habían enseñado desde pequeñas, dándonos una lección de vida a todas las demás.
Por nuestra actualidad, donde tenemos que seguir hablando de brecha salarial, de no tener acceso a puestos de mando, de ámbitos y profesiones donde las mujeres no somos bienvenidas, de represión sexual, de trabajar dentro y fuera de casa, de tener que elegir entre ser madres o ser profesionales, de que no es no, de ser valoradas por el tamaño de nuestro culo y no de nuestro talento, de vestir santos y de solteronas… Por mencionar solo algunas cosas que todos sin excepción hemos oído.
Y también por la generación que vendrá, por allanarles el camino a esas ranitas que hoy por hoy no pueden entender de lo que hablamos pero que, si no hacemos que las cosas cambien, acabarán por descubrirlo por si mismas.
No olvidemos que vivimos en una burbuja de un país occidental desarrollado y que, probablemente, como es mi caso, nuestro entorno sea un oasis de pretendida igualdad. No ocurre así en todos los lugares ni en todos los entornos y la fuerza solo la consigue la unión.
Y haciendo alusión a la unión, esto también va con vosotros. Sin vosotros apoyándonos no podemos conseguirlo, sois nuestros aliados en esta batalla y todos encontraréis muy cerca a una mujer por la que merece la pena plantar cara ante las desigualdades a las que tenemos que enfrentarnos.
Hoy hemos dado un paso más, con la primera huelga legal feminista en España, pero seguimos en la batalla con la corona en su sitio, la cabeza bien alta y el deseo de que algún día podamos dejar de conmemorar el 8 de marzo porque sencillamente ya no tenga sentido.
Hasta entonces, feliz día de la mujer trabajadora.