Bon voyage 2017

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Último atardecer del 2017 y siento unas ganas enormes de hacer un pequeño homenaje a este año que, para mí, ha sido el año de los atardeceres. 365 días dan para mucho y no todo ha sido bueno pero ¡buenas noticias, amigos! Sobrevivimos, quizá con alguna cicatriz más, algún mal recuerdo o alguna decepción pero aquí seguimos, y más fuertes, más sabios y con esta paz interna que inunda todo alrededor de buenas sensaciones. No voy a darle mucha más cabida a lo malo, he pasado lista y están todos los que tienen que estar (y los que quieren hacerlo) y me quedo con la tranquilidad de que todo lo que he hecho ha sido siendo fiel a mí misma y todo lo que he dado ha sido de corazón.

Y con respecto a lo bueno, que ha habido mucho, me lo he guardado en los bolsillos para cambiar de año con todo ello muy cerca. Cada viaje, cada conversación, cada rato de risas con quienes elijo día a día por ser así y por estar ahí para mí siempre que los necesito, y también cuando no.

Ha sido el año de ver atardecer en Burgos con mi alma gemela, también el de los atardeceres en Menorca con esa amiga que es más que eso y que lleva siendo así toda una vida, del atardecer en Málaga a pie del mar con los que me aguantan a diario, atardeceres de sesión de fotos en Santa Pola con mi duende, atardeceres en el río al lado de casa mientras perdía el aliento pedaleando, atardeceres en mi salón con esas estrellitas peludas que iluminan todos mis días. También ha atardecido mientras veía la sonrisa de mi ranita sin perder detalle de cómo ha ido cambiando según pasaban los meses, atardeceres desde casa de los papás todos los domingos, dando gracias por poder seguir disfrutándolos, atardeceres de excursión, de comilonas con vosotras que duran hasta la madrugada mientras ponemos parches a las heridas que nos hace la vida y nos reímos hasta la extenuación, atardeceres desde la Chocita con ella y su fortaleza…Tampoco me quiero olvidar de los atardeceres del cielo de mi Madrid, desde la oficina, sorprendiéndome cada día con colores y formas nuevas, de un atardecer en concreto en el Templo de Debod en un reencuentro de «los de siempre», años después, para darnos cuenta de que el lazo que nos une está ahí impertérrito e inamovible y por supuesto los atardeceres de mi Italia, que aún me aceleran el corazón por lo bellos y porque ese viaje ha significado mucho para mí.

Y aquí termina este 2017 lleno de atardeceres y en el que la vida me dio otra oportunidad para seguir disfrutando de ellos el año que viene. Arranca 2018 con la promesa de nuevas aventuras y mi compromiso de seguir coleccionando buenos momentos con los que seguir llenando los bolsillos. Bienvenido 2018, Feliz Año para todos.

Y con la cabeza bien alta que sino la corona…:-)

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